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Muere a los 100 años Lévi-Strauss, padre de la antropología moderna

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Albert Reyes

Albert Reyes
Admin

Muere a los 100 años Lévi-Strauss, padre de la antropología moderna

El antropólogo francés Claude Lévi-Strauss, que influyó sobre generaciones de investigadores sentando las bases de la antropología moderna, ha muerto a la edad de 100 años, según ha informado la editorial Plon.

Lévi-Straus era uno de los intelectuales más relevantes del siglo XX, destacado antropólogo y padre del enfoque estructuralista de las ciencias sociales.

Lévi-Strauss, que habría cumplido 101 años el próximo 28 de noviembre, influyó de manera decisiva en la filosofía, la sociología, la historia y la teoría de la literatura.

Nacido en Bruselas el 28 de noviembre de 1908, su padre era un judío agnóstico de origen alsaciano que le educó en un ambiente artístico, aunque terminó cursando estudios de Derecho y Filosofía en la Sorbona de París.

El autor de 'Mythologiques' ejerció como profesor de esta última disciplina hasta que recibió una invitación de Marcel Mauss, padre de la etnología francesa, para ingresar en el recién creado departamento de etnografía.

Trabajo de campo en Brasil

Fue así como despertó en Lévi-Strauss la curiosidad por una materia en la que desarrollaría una brillante carrera. Su nueva vocación le llevó a aceptar un puesto como profesor visitante en la universidad brasileña de São Paulo, de 1935 a 1939, estancia que le posibilitó llevar a cabo trabajos de campo en el estado amazónico de Mato Grosso y en la Amazonía.

Allí realizó estancias esporádicas entre los bororo, los nambikwara y los tupi-kawahib, experiencias que le orientaron definitivamente como profesional de la antropología, campo en el que su trabajo aún hoy sigue siendo válido para la mayoría de los antropólogos.

Tras regresar a Francia, en 1942 se trasladó a Estados Unidos como profesor visitante en la New School for Social Research de Nueva York, antes de un breve paso por la embajada francesa en Washington como agregado cultural.

De vuelta a París, fue nombrado director asociado del Museo del Hombre y se convirtió después en director de estudios en la École Pratique des Hautes Études, entre 1950 y 1974, trabajo que combinó con su enseñanza de antropología social en el Collège de France, hasta su jubilación en 1982, al tiempo que dirigía el Laboratorio de Antropología Social.

La influencia de Marx y Freud

Hijo intelectual de Émile Durkheim y de Mauss, e interesado por la obra de Karl Marx, por el psicoanálisis de Sigmund Freud, la lingüística de Ferdinand Saussure y Roman Jakobson, el formalismo de Vladimir Propp y un largo etcétera, fue además un apasionado de la música, la geología, la botánica y la astronomía.

Las aportaciones más decisivas del trabajo de Lévi-Strauss se pueden resumir en tres grandes temas: la teoría de la alianza, los procesos mentales del conocimiento humano y la estructura de los mitos.

La teoría de la alianza defiende que el parentesco tiene más que ver con la alianza entre dos familias por matrimonio respectivo entre sus miembros que con la ascendencia de un antepasado común.

Además, para Lévi-Strauss no existe una diferencia significativa entre el pensamiento primitivo y el civilizado.

Para este padre de la antropología moderna, la mente humana organiza el conocimiento en parejas binarias y opuestas que se organizan de acuerdo con la lógica, y tanto el mito como la ciencia están estructurados por pares de opuestos relacionados lógicamente.

Premios y reconocimientos

A lo largo de su carrera Lévi-Strauss consiguió una gran popularidad, además de contar con el reconocimiento académico.

En 1973 fue elegido miembro de la Academia Francesa, donde ocupó el asiento número 29, que anteriormente fue de Henry de Montherlant.

Poseedor de la Gran Cruz de la Legión de Honor desde 1992, era además miembro extranjero de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, de la Academia Americana y del Instituto de Artes y Letras, también en Estados Unidos.

También era doctor 'honoris causa', entre otras, de las universidades de Bruselas, Oxford (Inglaterra), Chicago (Estados Unidos), Stirling (Escocia), Montreal (Canadá), de la Universidad Nacional Autónoma de México, de la Universidad Laval de Quebec, así como de Yale, Harvard, Johns Hopkins y Columbia, en Estados Unidos.

El 30 de marzo de 2005 fue galardonado con el Premio Internacional de Catalunya, que le entregó en París el presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, el 13 de mayo de ese año.

El último gran homenaje que se le rindió fue el 28 de noviembre de 2008, con motivo de su cien cumpleaños, cuando la ministra francesa de Cultura, Christine Albanel, descubrió una placa en su honor en el museo Quai Branly de París.

http://www.elmundo.es/elmundo/2009/11/03/ciencia/1257266372.html

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2Muere a los 100 años Lévi-Strauss, padre de la antropología moderna Empty Lévi-Strauss y el concierto natural Vie Nov 06, 2009 10:59 pm

Albert Reyes

Albert Reyes
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Lévi-Strauss y el concierto natural

No existe perspectiva más excitante para un etnólogo que la de ser el primer blanco que penetra en una comunidad indígena. En 1938 esta recompensa suprema sólo podía obtenerse en pocas regiones del mundo, lo suficientemente escasas para poder contarlas con los dedos de una mano. Desde entonces esas posibilidades han disminuido más aún. Así, pues, yo reviviría la experiencia de los antiguos viajeros y, a través de ella, ese momento crucial del pensamiento moderno en que, gracias a los grandes descubrimientos, una humanidad que se creía completa y acabada recibió de golpe, como una contrarrevelación, el anuncio de que no estaba sola, de que constituía una pieza en un conjunto más vasto, y de que para conocerse debía contemplar antes su irreconocible imagen en ese espejo desde el cual una parcela olvidada por los siglos iba a lanzar, para mí solo, su primer y último reflejo.

Claude Lévi-Strauss, Tristes trópicos

Acaba de morir Claude Lévi-Strauss, de quien todas las necrológicas afirman que sentó las bases de la antropología moderna. Puede que sea una simplificación excesiva afirmar que la ciencia antropológica no sea otra cosa que la mirada, la forma en que el observador se relaciona con los observados. Lévi-Strauss aplicó, allá por los años treinta, una mirada a la vez científica y humanista, muy lejana del soberbio eurocentrismo de los etnógrafos decimonónicos. Y lo que vio fue un mundo inabarcable, la inmensa diversidad de las culturas humanas repartidas por todos los rincones del planeta. Fue también el primero en avisar de la terrible pérdida que para todos suponía la desaparición de una sola de ellas.

Esta es una sección dedicada al sonido de la naturaleza. Hoy no nos vamos a salir de la norma, pero sí vamos a ampliar los horizontes, y a incluir un nuevo intérprete, la voz humana, allí donde forma todavía parte del concierto natural.

Como casi todo lo relacionado con el Homo sapiens, el viaje empieza en África. En la selva tropical en Camerún, el corazón de las tinieblas. Un mundo opresivo, con una acústica cerrada e inquietante, donde hasta los animales más inofensivos, los damanes arbóreos, lanzan unos alaridos que parece que provienen del infierno. En este mundo inhóspito, un murmullo se eleva sobre las sombras, contra el fondo continuo de los insectos. Con los ojos cerrados, podemos imaginar una nube de humo iluminada por las brasas de la leña húmeda que no arde. Envuelta en ella, una comunidad de pigmeos m´baká, quienes hoy, como desde la noche de los tiempos, levantan a su alrededor una barrera protectora con el humo, el fuego y la voz. Una situación que se viene repitiendo, noche a noche, desde la noche de los tiempos.

En la atmósfera menos opresiva de la mañana, un grupo de mujeres añade una más a la ya larga lista de utilidades del agua. Metidas hasta la cintura en una charca, palmotean contra la superficie y la convierten en puro ritmo: el agua como tambor.

Vuelve la noche cerrada en el otro extremo del continente, en el soto del río Sekenani, en la reserva keniata de Masai Mara. El aire fresco favorece la propagación de los sonidos. Sobre un fondo de anfibios silbando en todas las tonalidades, ríen las hienas y gruñe un antílope impala. Y en medio de la atmósfera desordenada y salvaje, un principio de armonía: un grupo de mujeres masai danzan en círculos tras las barreras de protección de su manyatta, la aldea de la sabana construida con un adobe formado por barro y los excrementos del ganado. La civilización y la cultura toman forma de ritmo y compás.

Al sureste, en el desierto de Namibia, un cazador bosquimano lleva la cuenta. Lo hace en una lengua que combina las vocalizaciones con chasquidos y todo tipo de ruidos, lo que nos demuestran la enorme flexibilidad de las formas de hablar. Por detrás llora una tórtola plañidera y cacarea un cálao de pico amarillo.

Para Lévi-Strauss Asia era la masificación. En su libro Tristes trópicos apunta su desagrado por unas aglomeraciones que veía como anticipo del futuro que nos esperaba a todos. A la vista está que tenía razón. Sobre todo escuchando el bullicio de una ciudad superpoblada, como Chengdu, capital de la provincia de Sichuán, En China la voz amplificada por megafonía es un elemento esencial del paisaje urbano. En este caso, mezclada además con el estrépito de un enjambre de bicicletas. Un sonido a caballo entre la actualidad y el pasado, a punto de desaparecer por el empuje del desarrollo y la masificación del tráfico motorizado.

Lejos de allí, en el espacio pero también en otra dimensión espiritual, escuchamos las letanías, los rezos y los campaniles en la atmósfera cerrada del templo de Kedareswarar, sobre el Ganges, en Benarés, uno de los lugares más santos de la más santa ciudad del hinduismo. Entre los muros resuena la invocación ancestral: Om mani padme hum.

Pero el prejuicio no es del todo justo. También en Asia encontramos voces humanas en medio del paisaje natural. Seguimos en China, en las montañas subtropicales al suroeste de Sichuán, donde aún perviven las últimas comunidades miao, inmersas en el estrépito permanente de las cigarras. O en las montañas del Altai, en Mongolia, el lugar más alejado del mar de todo el planeta. En esta inmensa soledad, fría y seca, un grupo de nómadas arrea su caravana. Gruñen los camellos bactrianos, crujen los arneses y unas voces cantarinas alegran por unos minutos el silencio de estos desiertos vacíos.

Pero Lévi-Strauss comenzó sus estudios de campo en la Amazonía brasileña, de por sí todo un mundo de voces y culturas. Aquí –y esta es una apreciación estrictamente personal- parece que los indígenas hablan siempre en una tonalidad monocorde, casi en susurros; es como si trataran de no desvelar su presencia en el mundo hostil y opresivo de la selva. Unos indios capó entonan una triste canción que, aunque no lo parezca, es un rito propiciatorio de fertilidad.

Aunque en las últimas décadas se han perdido muchas voces, el concierto de la tierra continúa. Que sea por mucho tiempo.

(El link contiene audio)

http://www.elmundo.es/especiales/2008/05/ciencia/sonido_naturaleza/sonidos_06_11_2009.html

https://humanpress.forosactivos.net

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