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La estrategia del tíovivo en Afganistán

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Albert Reyes

Albert Reyes
Admin

La estrategia del tíovivo en Afganistán

Afganistán es una guerra que EEUU y sus aliados de la OTAN están perdiendo desde 2007 porque pierde quien no gana y dispone de los medios militares, políticos y económicos para vencer. Barack Obama compró nada más instalarse en la Casa Blanca la receta de su general más brillante, David Petraeus: la solución es el envío de más tropas. El nuevo presidente que había convertido este conflicto en su bandera electoral en contraposición al error de Irak, aceptó incrementar la fuerza en 17.000.

A Petraeus le funcionaron los 30.000 soldados extra llegados a Irak en febrero de 2007. Los concentró en las ciudades, sobre todo en Bagdad, porque las guerras contrainsurgentes modernas se ganan en los matices no tanto en el campo de batalla. Es más importante conquistar la percepción del pueblo que matar muchos enemigos. Si la gente percibe más seguridad, habrá más seguridad; si percibe que la insurgencia pierde, la insurgencia puede ser derrotada.

Los críticos de Petraeus, muchos de ellos republicanos, consideran su plan cortoplacista y detestan que el Ejército de EEUU armara y pagara a la antigua insurgencia suní que colocó bombas y mató soldados norteamericanos para que en vez de atacarles luchara contra la un enemigo común: la Organización de Al Qaeda en Mesopotamia.

El general Stanley McChrystal, mano derecha del Petraeus en Irak y desde junio su jefe militar en Afganistán, fue el cerebro de la operación que acabó con Abu Musab al Zarqaui, el jefe de Al Qaeda en Irak y responsable de las bombas indiscriminadas y de la muerte de miles de civiles.

En Afganistán no existe una insurgencia suní que comprarse. Tampoco existe un Estado, ni memoria de él, sólo grupos tribales con conviven mal en un mismo territorio que lleva 30 años en guerra civil. Tiene más peso la tradición que la ley.

El primer aumento de tropas ordenado por Obama no ha funcionado. A más tropas, más muertos. McChrystal reclama otros 40.000, pero esta vez el presidente no ha mordido en anzuelo tan rápido. Antes de enviar más soldados necesita saber cuál es el plan. El problema es que no hay un buen plan.

En la época de Ronald Reagan, su jefe del Pentágono, Caspar Weimberger, acuñó una doctrina que lleva su nombre: toda guerra en la que participe EEUU debe tener claros los objetivos, la puerta de salida y contar con el apoyo de la opinión pública. La doctrina Weimberger era hija de los errores de Vietnam, ahora olvidados. En Afganistán no se cumple ninguno de los requisitos.

Un gran abogado español comentó el otro día que la clave del problema es que tras el 11-S, la Administración Bush consideró los ataques un acto de guerra y ocupó Afganistán, pese a que el Gobierno talibán no había ordenado dichos atentados, y después Irak, que nada tenía que ver con el asunto. Este abogado considera que la figura jurídica adecuada hubiese sido considerar el 11-S un acto terrorista y actuar contra los terroristas. De este modo se hubieran salvado muchas vidas afganas, iraquíes y estadounidenses.

En Afganistán necesita que una mente civil tome el mando. En ocho años se han destinado 65.000 millones de dólares de los que un 14% ha llegado a la gente. Mucho de ese dinero se ha ido por los desagües de la corrupción, sobre todo la nuestra, para pagar la minuta de los miles de rambos que pueblan la seguridad privada. Hubiese sido más efectivo y barato en vidas y dinero haber dedicado esos 65.000 millones en comprarse a los talibán. Ahora serían amigos y quien sabe si moderados.

http://www.ramonlobo.com/2009/10/21/la-estrategia-del-tiovivo-en-afganistan/

https://humanpress.forosactivos.net

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