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Narcotráfico

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1Narcotráfico Empty Narcotráfico Dom Nov 01, 2009 5:16 am

Albert Reyes

Albert Reyes
Admin

El laberinto de la cocaína peruana

Perú se ha convertido en la segunda productora mundial de cocaína
Un 80% de la cocaína peruana sale por mar rumbo a Europa y Asía
El cártel rey de este suculento negocio es el de Sinaloa, aunque no el único

A partir del año 2000, la caída de los grandes cárteles colombianos y el aumento de la demanda de cocaína en Europa y en Asia han atraído a Perú a ritmo de corrido a las nuevas multinacionales de la droga: los cárteles mexicanos. Desde esa fecha, los campos de coca han crecido de forma paulatina hasta casi triplicarse, aumentando también los atentados narcoterristas y el lavado de activos.

Andahuaylas, una bella ciudad andina de poco más de 30.000 habitantes, sufre junto con otras capitales de provincia peruanas cercanas a los valles cocaleros este boom del 'oro blanco'. Cuna de los guerreros chankas y del escritor indigenista José María Arguedas, la pradera de los celajes (del quechua Anta= cielo y Huaylla= pradera), ha sido calificada por expertos en narcotráfico como el peruano Jaime Antezana como un 'pequeño Medellín Andino'.

Edificios en construcción, camionetas 4x4, casinos, locales nocturnos y hasta una línea de avionetas son indicios de que Andahuaylas ya no viviría sólo de la producción de patata. A pesar de estar situada en la segunda región más pobre del país, el metro cuadrado en el centro de su casco urbano ronda los mil dólares, un precio superior al de muchos distritos limeños.

Fruto de las denuncias periodísticas, este año 65 empresas andahuaylinas pertenecientes a diez familias están bajo la lupa de la División de Lavado de Activos de la Policía Antinarcóticos. "De que hay mucho dinero, lo hay", confirma a ELMUNDO.es un periodista de Andahuaylas. "Hay que saber de donde viene porque hasta el momento no se ha demostrado nada más allá de las frecuentes capturas de mochileros que transportan drogas", declara.

Punto estratégico en la ruta de la droga

Y es que Andahuaylas, junto con otras ciudades andinas como Huanta, Huamanga y Acobamba, es ruta obligada de paso de la droga proveniente del Valle del Río Apurímac y Ene (VRAE), que con 150 toneladas de cocaína al año se ha convertido en la zona de mayor producción de droga de la región andina según el último informe del Sistema de Monitoreo de Cultivos Ilícitos de Naciones Unidas (ONUDD).

La entrada de los cárteles mexicanos ha introducido innovaciones en el modo de producción de los valles cocaleros, explicadas a ELMUNDO.es por la Procuraduría Antidrogas y por los expertos Ruben Vargas y Jaime Antezana. Hasta 1995 Perú era sólo productor de Pasta Básica de Cocaína (PBC) para los grandes cárteles colombianos. Hoy es el segundo productor mundial de cocaína después de Colombia. Pero mientras que en Colombia la superficie cultivada de hoja coca ha descendido un 18% en 2008, en Perú ha aumentado casi un 5% según el ONUDD.

Para el especialista en narcotráfico Jaime Antezana, desde la caída de los cárteles de Cali y Medellín en los 90 ya no existen "varones de la droga" en Perú. El escenario se atomizó. "El narcotráfico tiene un rostro nacional: es indígena en los valles, cholo (mestizo) en su procesamiento en las regiones y blanco o mestizo pujante en quien lo entrega a los cárteles mexicanos en los puertos".

La cadena narco

El 'boom' del clorhidrato de cocaína en el Perú se ha dado acompañado del aumento de atentados en el VRAE por parte de los remanentes de Sendero Luminoso, capitaneados por Víctor Quispe Palomino (alias 'Camarada José'), cuya cabeza está valorada por el gobierno en un millón de soles (unos 230.000 euros). Sólo desde agosto de 2008, más de medio centenar de militares y policías han sido asesinados en el VRAE en emboscadas y atentados.

En el VRAE, el narcotráfico, aliado con los remanentes de Sendero Luminoso, ha logrado crear zonas liberadas y ganarse a los campesinos cocaleros. La población de este satanizado valle fue diezmada durante el conflicto interno de los 80 y 90. Hoy, sin alternativas de desarrollo, los campesinos optan por el cultivo de hoja de coca para el narcotráfico y muchos de sus jóvenes se lanzan al dinero fácil y se convierten en 'poceros' (procesadores de PBC) o en 'mochileros'. En estos pequeños productores familiares de coca y pasta básica de los valles comienza la cadena narco.

Siguiendo la estrategia de las hormigas y resguardados por columnas de sicarios, decenas de jóvenes mochileros atraviesan cargando pasta básica los intrincados caminos de herradura del VRAE hasta las cercanías de ciudades intermedias, como Huanta, Ayacucho o Andahuaylas, donde la PBC es procesada por firmas regionales, que la derivan a su vez a las firmas nacionales, que con un soporte industrial la embalan y camuflan. Estas firmas, a través de testaferros, son las que venden la cocaína procesada a los carteles mexicanos en los puertos o a las mafias brasileñas o bolivianas en la frontera.

Los tentáculos del cártel de Sinaloa

Un 80% de la cocaína peruana sale por mar rumbo a Europa y Asía y en menor medida, a EEUU. El cártel rey de este suculento negocio es el de Sinaloa, tal y como confirma la Policía Antidrogas, pero no sería el único. En la costa peruana harían también negocios los cárteles de Juárez, el Golfo y Tijuana, aunque más debilitados. A diferencia que en México, estos cárteles conviven en aparente paz debido a que la oferta es lo suficientemente grande y el porcentaje de incautación no supera el 10%.

Su presencia es prácticamente invisible. "No les interesa el control territorial en los valles, como a los antiguos cárteles colombianos", explica el especialista Ruben Vargas. "A los valles ingresa sólo el broker o financiero, encargado de pedir y pagar la producción", informa tras señalar que estos intermediarios son de diferentes nacionalidades ya que se trata de grandes trasnacionales.

Estos broker contratados por los cárteles, serán los encargados de realizar el control de calidad en los puertos. "A los narcotraficantes mexicanos les interesa el control de calidad, porque demandan cocaína de gran pureza", añade Jaime Antezana. "Sólo les interesan cargamentos de gran volumen y pureza bien embalados". Para este proceso de embalaje y camuflaje, según los expertos consultados, se están utilizando medianas y pequeñas empresas, sobre todo del sector de la agroexportación. Por lo tanto, las firmas nacionales, quienes dan el soporte industrial necesario para camuflar la cocaína en las maneras más variadas, son las que tienen contacto directo con los cárteles

Sin recursos para luchar contra el narcotráfico

Fruto de este escenario, la Procuraduría Antidrogas tiene en sus manos más de 51.000 casos de narcotráfico, entre ellos sólo dos centenares por lavado de activos. Eso a pesar de que la Unidad de Inteligencia Financiera estima en más de 2.500 millones de dólares los introducidos a Perú anualmente por el narcotráfico.

"Desde el año 2000 los delitos por narcotráfico van 'in crescendo' a medida que se posicionan los cárteles mexicanos", declara Sonia Medina, Procuradora Antidrogas. "Sin embargo -denuncia- las sentencias condenatorias sólo se han dado en casos pequeños".

El presidente de la Comisión Nacional para el Desarrollo y la Vida sin Drogas (Devida), Rómulo Pizarro, denunció falta de presupuesto para seguir apoyando el plan de impacto rápido contra el narcotráfico. Frente a este aumento sostenido de la producción de cocaína en Perú, Pizarro pidió más ayuda a EEUU y a la Unión Europea, los principales inhaladores. "Con un 5% de lo que España invierte en lucha antidrogas podríamos financiar cultivos alternativos en los valles cocaleros".

"Quien consume cocaína está contribuyendo a la violencia narcoterrorista y a la depredación de la Amazonía", dijo a ELMUNDO.es detallando que por cada tiro (raya de cocaína) se pierden tres metros cuadrados de bosque.

http://www.elmundo.es/america/2009/10/25/noticias/1256446918.html

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2Narcotráfico Empty Re: Narcotráfico Dom Nov 01, 2009 5:38 am

Albert Reyes

Albert Reyes
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Narco compra en EU a ex militares

LAREDO, Texas.— Los cárteles del narcotráfico que operan en Estados Unidos cuentan con un ejército conformado por ex policías, ex militares, jóvenes de entre 13 y 19 años, así como por mujeres.
Sus misiones están bien definidas. Los más experimentados se dedican a la compra de informantes. Las mujeres, a seducir agentes y sobornarlos. Los jóvenes vigilan cargamentos, transportan droga y la venden.

Los soldados del narcotráfico estadounidense, como los define Antonio Castañeda, jefe de la Policía en Eagle Pass, Texas, “han adquirido poder y estructura”.

“Muchachos de 18 o 19 años traen camionetas de 60 mil dólares. ¡Y no trabajan!... Todo eso no cuadra”, explica.

En Laredo, el alcalde Raúl Salinas reconoce que para los jóvenes es más atractivo integrarse a las organizaciones del crimen organizado para trasladar droga, que entrar a un McDonald’s. “Nadie quiere trabajar allí”.

El agente Ángel López, del condado de Webb, explica la función de vigilantes y distribuidores que desempeñan los más jóvenes: “Utilizan su Nextel para guiar los cortos desplazamientos de carros cargados con droga o para venderla a los adictos. Las leyes de Texas no permiten encarcelar a los menores de 16 años, por eso los eligen. Todos son muchachitos de entre 13 y 15 años. Les pagan como 300 o 400 dólares cada semana”, agrega.

El alcalde de Laredo reconoce que hay elementos corruptos, “sin duda”; pero, aclara, no hay dependencias quebradas. En el mismo sentido, Castañeda admite que en Estados Unidos también se dan los sobornos.

Las operaciones de las organizaciones del narcotráfico en Estados Unidos “son inmensas”, pero nunca se verá una aceptación de ello, afirma Antonio Payán, investigador de la Universidad de Texas en El Paso.

Una muestra de la expansión de los cárteles es Laredo, que se ha convertido en bodega del narco. Esta localidad es el puerto fronterizo de mayor actividad comercial con México.

Joe Baeza, portavoz del Departamento de Policía local, comenta que drogas, armas y dinero se ocultan en miles de bodegas, cajas de trailer y vehículos particulares.

La intensa actividad comercial ha detonado enormes complejos de bodegas entre vías de ferrocarril y carreteras secundarias, los cuales, expresa Baeza, son utilizados ahora por narcotraficantes para ocultar drogas. “Es como si escondieran una hoja en el bosque”, describe el vocero policiaco.

A esa zona, agrega el agente López, se traslada la mayor parte de la droga que llega de México. Y para tratar de contener el fenómeno, decenas de elementos, encubiertos y uniformados, merodean los alrededores. Son la gran defensa norteamericana contra las drogas. La misma fuerza desplegada en la frontera con México, cuyo éxito operativo es cuestionable.

http://www.eluniversal.com.mx/primera/33798.html

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3Narcotráfico Empty El frondoso árbol del narco americano Dom Nov 01, 2009 5:40 am

Albert Reyes

Albert Reyes
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El frondoso árbol del narco americano

Sobran símbolos e indicadores para retratar a la frontera texana como una de las grandes plataformas del narcotráfico. Aquí comienza también la farsa de la guerra antidrogas

LAREDO, Texas.— Esta ciudad es uno de los puntos principales en operaciones de narcotráfico, dijo la víspera Joe Baeza, portavoz del departamento de policía local. De trasiego impresionante, tal y como corresponde al puerto fronterizo de mayor actividad comercial que hay con México, drogas, armas y dinero se ocultan en miles de bodegas, cajas de tráiler y vehículos particulares. “Es como esconder una hoja en el bosque”, describió el vocero.

Es simple comprender la comparación que hace Baeza, 19 millas (30.5 kilómetros) al norte de sus oficinas, sobre Main Road, a la orilla de la Interestatal 35 —arteria que permite el tránsito a San Antonio, Austin, Temple y Forth Worth antes de atravesar Oklahoma hasta terminar en Duluth, Minesota, en la región de los Grandes Lagos—. Interamerica es el complejo de bodegas más importante de la zona. Lo atraviesan vías de ferrocarril y carreteras secundarias.

Es el nudo de las rutas comerciales nacidas en los puertos de entrada.

“Ahí se esconde la mayor parte de la droga que llega de México”, dice el oficial de la Oficina del Sheriff del condado Webb, Ángel López. Decenas de agentes —encubiertos y uniformados— merodean los alrededores. Son la gran defensa estadounidense contra las drogas. La misma fuerza desplegada en la línea divisoria con México, cuyo éxito operativo es cuestionable.

“Las organizaciones de narcotráfico que operan en este país son inmensas. Pero nunca verás una aceptación de ello”, es lo que dice Antonio Payán, investigador de la Universidad de Texas en El Paso; doctor en sociología y autor de varios libros y estudios binacionales sobre política y narcotráfico. De “la hoja perdida en el bosque”, referida por el vocero de policía, Payán tiene otra descripción, más florida y apabullante:

“El narcotráfico es como un árbol. Tiene su raíz en el sur y un tronco —los distribuidores que llevan la droga al norte— situado en la frontera. Después aparecen muchas ramas de distribución. Y finalmente, las hojas, los grandes consumidores. Así que en este árbol hay mucho más personas metidas en el narco de lo que pueda existir en México”.

El tronco en Laredo es ese complejo de bodegas de Main Road. Y lugares como Río Bravo o El Cenizo, suburbios pegados a la frontera, en donde siete de cada 10 habitantes son indocumentados y viven en la miseria.

Bodega del narco

La calle de Margaritas es polvorienta y sucia. Una recta que termina sobre el descampado que hasta hace muy poco fungió como basurero público, a menos de 10 metros del río. El agente López detiene la patrulla. Señala una casa abandonada. Tiene la malla ciclónica derribada y paredes llenas de grafiti. Ventanas rotas y la puerta principal abatida a golpes. “Es una bodega. Hace poco hallaron drogas allí adentro”, explica.

Detrás de la vivienda opera una planta de agua potable por donde corre un canal asfaltado, perfecto para burlar censores y cámaras infrarrojas de la Patrulla Fronteriza.

“La droga se cruza por estos lugares y se guarda en las casas que están por toda la colonia, sobre todo las más cercanas al río. Luego la van sacando poquito a poco, en la cajuela de los carros. Se la llevan a otras casas que están una calle más arriba y luego repiten lo mismo para llevársela a otras casas más cercas de la carretera, hasta que la sacan y se la llevan para el norte”, detalla.

Las operaciones suceden pese a la enorme vigilancia oficial. Esa mañana hay más agentes que civiles en las calles. La imagen se revierte por las tardes cuando los adolescentes salen de la escuela. López dice que se emplean como vigilantes y distribuidores. Utilizan su Nextel para guiar los cortos desplazamientos de carros cargados con droga o para venderla a los adictos.

“Las leyes de Texas no permiten encarcelar a los menores de 16 años. Por eso los eligen. Todos son muchachitos de 13 y 15 años. Les pagan como 300 o 400 dólares cada semana”, agrega.

Nadie sabe con certeza la cantidad de droga que traspasa la línea divisoria bajo esa táctica barata y rudimentaria. La Patrulla Fronteriza decomisó entre enero y septiembre más de 200 mil libras de mariguana (más de 90 mil kilogramos), de acuerdo con el oficial Jason Darling, del departamento de Relaciones y Comunicaciones de la dependencia en el sector Laredo. Más abajo, en los condados que siguen hasta el Golfo, lograron decomisos adicionales por al menos 700 mil libras (más de 317 mil kilogramos).

Son pequeñas cargas que cruzan los burritos. Los cargamentos importantes ingresan por los puentes internacionales, aclara el sheriff Martín Cuéllar: “Para una ciudad como Laredo, que tiene más movimientos de trocas que todas las demás fronteras juntas, eso es impresionante”.

Mariguana por hamburguesas

Entre 2003 y 2006, Laredo vivió episodios violentos, relacionados con el negocio de la droga. Joe Baeza dice que el registro de asesinatos con arma de fuego promedió 30 por año. Tres veces más de lo habitual. “Eran asesinatos en las calles; fueron crímenes que ocurrieron en lugares públicos y a pleno día”.

El sheriff Cuéllar dice que cesaron por el refuerzo de agencias federales como ICE (inmigración y aduanas), FBI, DEA y la Patrulla Fronteriza. Baeza apela más a una lógica financiera. “Obviamente los cárteles no pueden luchar mucho, porque se acaba el negocio”, explica.

La tregua no implica inactividad. Las redes criminales mantienen operaciones de alto nivel, almacenando, llevándose la mercancía al norte o distribuyéndola localmente.

Laredo ha visto crecer los índices de consumo durante la última década. Ese es el segundo frente de batalla que se pierde. “Me molesta mucho ver a muchachitos de 13 años consumiendo drogas”, dice Raúl Salinas, alcalde de la ciudad.

Salinas sirvió durante 27 años al FBI, algunos como agente especial en México. La experiencia le permite concluir que la violencia no ha golpeado este lado de la frontera por el poder institucional. “Sin duda hay elementos corruptos, pero no dependencias quebradas”, precisa.

La fortaleza aludida por el alcalde tiene sus limitaciones. En Laredo el salario mínimo es de 5.75 dólares la hora, cantidad poco apetecible hasta para los más jóvenes. “Hay una debilidad adicional cuando estás hablando de la situación de desempleo. Y puede ser muy atractivo para una jovencita o jovencito entrar en ese ramo de trasladar droga. Nadie quiere trabajar en un McDonald’s”, explica.

Las noches y días aletargados de Laredo son una contraposición al trabajo hormiga que hacen miles de traficantes, el silencioso trasiego que destruye los cimientos del imperio. La mitad de los matrimonios se disuelven en esta ciudad, por ejemplo, lo que da pie al crimen juvenil. El alcalde se resiste a la evidencia. “El crimen organizado está organizado, pero si nosotros nos organizamos, ¿quién gana esta batalla?”, pregunta. Unas 180 millas al oeste, en Del Río, está la respuesta.

Retrato del fracaso

“Yo sé que acaban de llegar cuatro toneladas de droga a Acuña (municipio de Coahuila, México). Tenemos esa información. Llegó hace dos noches. Sabemos que va a pasar y aunque nos preparamos para tratar de agarrar algo, eso no será posible”, dice el jefe administrativo de la Oficina del Sheriff de Val Verde, Óscar González, mientras observa un mapa sobre la pared. Es un mapa enorme de la frontera de Texas con México. Habla con tranquilidad. La información que ofrece es algo rutinario. Óscar González se acoda sobre la pequeña mesa de trabajo de su oficina. Un rectángulo de madera cubierto por una piel de vaca pinta.

Se pone de pie. Avanza hasta el mapa y apunta con el dedo una línea roja en las orillas de la presa La Amistad. Es la carretera 90, que conecta a la Interestatal 10 en Van Horn, 314 millas (505 kilómetros) al norponiente. O por Ozona, si se toma hacia el norte la 163, en Comstok, y se viaja durante 81 millas (130 kilómetros). Es la mitad de la nada. El desierto fragmentado por aguas de lluvia copiosa como la que cae esa tarde. “Aquí es donde los cárteles mexicanos se dividen el territorio. El oriente le toca al del Golfo y el poniente al de Sinaloa”, dice.

En la oficina se conoce el territorio y los movimientos. Comparten informes de inteligencia con la DEA, el FBI, el ICE. La Patrulla Fronteriza recorre incesantemente esas rutas, por aire y tierra. Pero el territorio es inmenso para los 37 agentes del alguacil, y para el resto de los policías federales. Los cargamentos atraviesan la presa en lanchas rápidas, confundiéndose con turistas y pescadores de ocasión, y los burritos pasan con cargas de 60 libras (27 kilogramos) en sus espaldas, a pie, comiéndose hasta 90 millas (144 kilómetros) sin ser vistos, anulando tecnología de punta y estrategias diseñadas durante meses.

La presa tiene un largo de 60 millas (96.5 kilómetros). En los límites del poniente está Comstok. El pueblo es fantasmal. Cajas de tráiler oxidadas, algunos remolques ocultos entre el follaje y enormes antenas de transmisiones dan idea de que alguien lo habita. Pero no hay un alma a la orilla de la carretera. Al sur se extiende la llanura desolada y las montañas parecen translúcidas por la distancia. Al norte es la misma imagen, como réplica de espejo. “Desde allí caminan 90 millas hasta Sheffield”, dice González.

El río Bravo atraviesa por alguna parte esa inmensidad que hay entre los dos países. Tiende un lazo verde por el que concatenan pequeños oasis. Uno de ellos se conoce como Eagle Pass Hills, un vado de vegetación tupida por el que cientos de individuos cruzan con cargamentos de mariguana en sus mochilas.

Es una ruta febril, donde aumenta la posibilidad de ser detectado, aunque menos inclemente que las otras. Una caminata de 2 millas (3.2 kilómetros) los coloca sobre la carretera 277, que sube al norte a Loma Alta y de ahí a la misma Interestatal 10, el camino perfecto para ir hacia San Antonio, uno de los destinos principales del narco.

No toda la droga se fragmenta en pequeñas cargas para atravesar el desierto a lomo de individuos. Del Río tiene sus propios enclaves. Uno de ellos es San Felipe, un barrio pegado a la frontera, lleno de casas de seguridad. La droga llega en carros provenientes del cruce internacional o acarreada por Loma de la Cruz, el cerro adyacente al río. Su posterior envío al norte guarda la misma mecánica de toda la frontera: sale en autos y pequeños camiones de carga.

“Lo que me llama la atención —dice el jefe González— es que cada vez participan más estudiantes de high school; les pagan hasta 500 dólares por un viaje a San Antonio”.

Tomar parte de la cadena se vuelve atractivo ante la poca contundencia de las autoridades. De acuerdo con el sheriff Joe Frank Martínez, este año, agentes a su cargo comisionados a operaciones federales encabezadas por la DEA y el FBI, interceptaron “cuatrocientos y pico de libras”.

La Oficina del Censo indica que Del Río tiene una población superior a los 33 mil habitantes, cuyo ingreso percápita promedia 12 mil dólares anuales. Sin embargo, la tercera parte vive por debajo de la línea de pobreza, la mayoría menores de 18 años. La tentación de los 500 dólares referidos por González no es invención de policía viejo.

La pobreza marca también la acción de los Alguaciles. A comienzos de la década, los 16 jefes de Oficina de los condados fronterizos formaron una coalición para exigir mayores fondos estatales. La respuesta fue el envío de fondos adicionales aportados por el gobierno federal. Así nació la Operación Linebaker. El programa se diseñó para combatir a los narcotraficantes y auxiliar en tareas de captura a la Patrulla Fronteriza.

Engaños oficiales

La operación ha servido de poco en términos reales, afirma Antonio Castañeda, jefe de Policía en Eagle Pass, 56 millas al sureste, la frontera con Piedras Negras. Linebaker contribuyó a dos cosas: inflar estadísticas sobre decomisos y mantener el discurso político en el tema, afirma.

La manera en que opera es relativamente simple, de acuerdo con la explicación que ofrece Castañeda: “Digamos que los de la Patrulla Fronteriza agarran a una persona con 30 o 40 libras (3.2 kilos). Ellos no van a llamar al DEA o FBI, que se ocupan de cargas mayores. Lo que hacen es llamar a los Linebakers y luego ellos los entregan al juez. Pero al final, tanto el sheriff como la Patrulla Fronteriza harán sus reportes diciendo que agarraron a una persona con esas 40 libras y en los números anuales en vez de 40 libras aparece en las cifras globales que se decomisaron 80”.

La guerra simulada es añeja. Antes de la Coalición de Alguaciles Eagle Pass, Del Río y Presidio, las ciudades fronterizas menos pobladas, estaban en el olvido. Toneladas de mariguana y cocaína cruzaron por sus límites por más de tres décadas sin hallar gran oposición.

“No podemos decir que esto creció de la noche a la mañana. Estoy hablando desde hace 20 años para atrás. Pero ahora muchos muchachos de 18 o 19 años traen trocotas de 60 mil dólares. ¡Y no trabajan los cabrones! Ves a tipos con muchas medallas. Los ves en los bailes y mucha lana que están tirando. Y las botas. Sombreros bien caros. Todo eso. You know? No sale”, dice Castañeda.

Mucho frenesí y poca violencia

Eagle Pass registra este año dos homicidios, ninguno de ellos por cuestiones de droga.

“Este punto siempre ha sido un punto de tránsito”, dice el jefe de Policía. “El trabajo es cruzarla por el río, guardarla en casas que están vacías y de ahí ya comienzan a transportarla poquito a poquito, en carros particulares, de cantidades de 50 kilos a 300 libras. O también en tráilers de productos vegetales y cosas así”, añade.

Los soldados del narcoestadounidense, como los llama Castañeda, tienen poder y estructura. Compran informantes. Utilizan a mujeres para seducir agentes y sobornarlos. Se valen de ex policías y ex militares para operar con precisión:

“Aquí también pasa eso de la corrupción, nomás que Estados Unidos es muy bueno para tapar esas bronquillas. Hemos tenido cuerpos federales que los han arrestado, que los han llevado a corte federal, pero la prensa no le pone mucha atención, como a lo que sucede en México”.

Es algo que no acepta el Sheriff de Val Verde. “Acuña tiene sus problemas, pero esos problemas no cruzan para acá. Y en Eagle Pass la gente consume mucho más droga que en Del Río. No sé por qué será eso”, dice Joe Frank Martínez.

La mecánica para introducir, almacenar y transportar las cuatro toneladas que llegaron dos noches antes a la frontera mexicana debieron cruzar la frontera. Se ocultaron en casas de seguridad de San Felipe o atravesaron las vastas llanuras por Comstok. Lo que no se supo es si fueron al este o al oeste. Si eran del Golfo o de Sinaloa. Porque como bien pronosticó Óscar González, no se agarró nada.

http://www.eluniversal.com.mx/nacion/172120.html

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Albert Reyes

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EU reconoce que narco corrompió su frontera

Cooperación y plan Mérida, “claves contra los cárteles”

WASHINGTON.— El Congreso de Estados Unidos expresó su preocupación porque el narcotráfico no compra sólo policías o militares en este país, también puede comprar a expertos en explosivos.

El presidente del Comité Permanente de Inteligencia de la Cámara de Representantes, Silvestre Reyes, confirmó la información que jefes policiacos han hecho a EL UNIVERSAL sobre la penetración del narcotráfico en el país vecino.

Además de sobornar a policías o militares, los cárteles pueden tener vínculos con gente que sabe utilizar bombas y tecnología, explicó.

Reconoció que hay casos de miembros de la Guardia Nacional del sur de Texas que fueron corrompidos por el crimen organizado. “Hemos tenido también el caso de los pandilleros que se disfrazan de militares o policías y utilizan vehículos camuflados”, agregó.

El congresista es un personaje con una amplia experiencia en la situación que impera en los límites con México; durante más de 26 años se desempeñó como funcionario de la Patrulla Fronteriza.

El comité que encabeza celebra reuniones cada dos o tres meses para mantener un seguimiento puntual sobre México.

A pesar de las evidencias de infiltración de los cárteles de la droga en Estados Unidos, registradas por la Unidad de Investigación de este diario, el congresista demócrata por Texas se negó a aceptar que la lucha contra el narcotráfico sea una causa perdida: “Los cárteles no están ganando la guerra”, dijo, y destacó la importancia que han tenido esquemas de cooperación como la Iniciativa Mérida y el manejo de información de inteligencia que se comparte con el gobierno de México para formar un frente común ante el crimen.

http://www.eluniversal.com.mx/primera/33806.html

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5Narcotráfico Empty La Española, infierno fronterizo Dom Nov 01, 2009 5:43 am

Albert Reyes

Albert Reyes
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La Española, infierno fronterizo

Ubicada a 80 millas al norte de Albuquerque, Nuevo México, la ciudad se consume entre la droga y la violencia intrafamiliar, al tiempo que desentierra a 11 mujeres asesinadas y desaparecidas aproximadamente hace cuatro años y medio

LA ESPAÑOLA, NM.—El sargento de la Policía Estatal Chris Valdez la llamó Wendy o Mary. El caso es que aquí hay muchas como ella: prostituyéndose por cinco dólares para obtener la dosis del día. Fue fácil hallarla. La cabecera del valle tiene apenas dos avenidas principales y ambas corren paralelas al río Grande. Tal y como dijo el oficial, la mujer caminaba en los alrededores del único McDonald’s del pueblo, flaca y torpe por los efectos de la heroína. Un sujeto con camiseta de tirantes la acompañaba. La prostitución es delito en Nuevo México, pero ni ella ni su pareja se veían preocupados por lo que hacían. “Finalmente son adictos”, dijo Valdez para justificar la inoperancia de la ley.
El lugar que Juan de Oñate proclamó capital de la Nueva España en 1598 es considerado el corazón del condado Río Arriba, unas 80 millas al norte de Albuquerque. El valle es atravesado por la carretera federal 285, conectada con la Interestatal 25, que termina en Montana, cerca de la frontera con Canadá. Su población es de unos 9 mil habitantes y la economía gira alrededor del laboratorio nuclear Los Álamos. Nuevo México es el principal productor mundial de chile, pero el valle no vive de su cultivo. La trascendencia le viene por su condición abatida, por ser la zona con uno de los mayores promedios de consumo de heroína que existe en Estados Unidos.



“Todos aquí tenemos problemas. El año pasado hubo 25 muertes de usuarios de la droga, de cocaína y heroína. Es un porcentaje muy alto”, dice el sargento Valdez. “Pero ese no es el problema. El problema es que el número de usuarios de las drogas es mucho más alto. A mí me parece que hay como 250 adictos que han sido resucitados este año. Y se me hace que estoy debajo de lo real, porque hay días en que los paramédicos ven hasta cinco casos de resucitación por día”.



El oficial dirige a dos subordinados desde una oficina vieja, repleta de papeles y diplomas colgados en las paredes. Dos escritorios forman una escuadra y sobre uno de ellos reposa una vieja computadora con el monitor apagado. El edificio de la Policía Estatal, en Paseo de Oñate, luce abandonado. Yerba seca nace de los rincones y la tierra envejece el cristal de las ventanas. No hay un solo auto sobre el área de estacionamiento. En el interior apenas se escucha el ruido que pueden generar cuatro personas aisladas en sus despachos, sin llamados telefónicos ni conversaciones entre sí.



“Los federales de la DEA y el FBI están en Albuquerque y Santa Fe. El FBI está más preocupado por los terroristas y la DEA creo que pone más atención de Albuquerque hacia el sur”, dice el sargento ante la ausencia de la fuerza policiaca que tanto presume la nación.



Valdez sostiene que la droga proviene de México. Concretamente de Nayarit. Le ha tocado arrestar a mexicanos originarios de ese estado, aunque a ninguno puede considerarlo un narcotraficante poderoso. “Puede ser que sean medianos. Pero nada más”. Lo cierto es que La Española se pudre por el consumo. La violencia intrafamiliar es el delito más común atendido por las autoridades y, sin exagerar, el oficial traza la realidad con una sola imagen: “Aquí cada casa tiene su muerto por heroína”. Incluso en la suya: el esposo de su hermana, dice, murió por la misma causa. “A mí me duele lo que pasa porque yo soy de aquí. Y ¿sabe?, es muy triste ver a muchitos y muchitas de 13 años clavándose la aguja”.



El “mapping system”

A principios de año el sargento recibió una invitación para capacitar a policías de Saltillo, Coahuila. “Uno es muy ignorante de este lado, ¿sabe? Acá todos los policías pensamos que en México toda la policía es atrasada y corrupta”. Se declara sorprendido por el tamaño de la ciudad y por la tecnología que vio a disposición del cuerpo de policía municipal.

“Nos enseñaron todo lo que tenían allá, cómo corría el department. Nosotros tenemos una persona pa’ que responda el telephone, pa’ todo, ¿sabe?, pa’ accidentes, pa’ lumbre, pa’ todo. Y allá tenían un cuarto con seis o siete y cada quien tiene su trabajo. Creiba yo que estaban atrasados. Y luego, el mapping system… Ahí veían y decían: aquí hay muchos raptos, aquí hay muchos droguistas… ¡Aquí eso lo hacemos con pin map! Y yo dije: somos nosotros los que estamos atrasados. Ellos solamente pusieron el computer y me pudieron decir qué tantas muertes hay, qué día hay accidentes, las drogas que han pescado y qué tenía mariguana, heroína, cocaína, ¿sabe? Y si usted me pregunta a mí, yo no le puedo decir cuánto hemos agarrado este año. No tengo los datos. Por eso le digo yo que pa’ pelear la guerra en drogas pues tenemos que estar up to be… Estamos muy atrasados”.



Lo dicho por el sargento tiene reflejo en las estadísticas del programa del Área de Alta Intensidad de Tráfico de Drogas (HIDTA, por sus siglas en inglés). Un informe de abril indica que en 2008 se confiscaron 813 kilogramos de cocaína, 85 kilos más que en 2007. De heroína fueron 56 kilogramos, por 15 registrados en 2007. Los decomisos se realizaron en el corredor fatal formado por Albuquerque, Santa Fe y valle La Española. Muy poco para los estándares de consumo local, de acuerdo con el sargento de la Policía Estatal. HIDTA atribuye a los cárteles mexicanos la desgracia regional. Nunca refiere la corrupción de autoridades locales.



“Jamás escucharás la palabra corrupción en ninguno de los discursos oficiales”, explica el doctor en sociología de la Universidad de Texas en El Paso, Tony Payán.

“La clase política de Estados Unidos es muy sensible a la retórica del caso. Aquí se lucha a toda costa para que prevalezca la idea de que no pasa nada. Es la misma política de ese discurso para sordos que envuelve al homosexualismo dentro del Ejército norteamericano. La política de don’t ask, don’t tell. Aquí no hay nada, aquí no pasa nada. Nunca verás una admisión, mediática o política, sobre la corrupción. Cuando ocurre un escándalo se culpa a las redes foráneas. Es lo que sucede con el tema del narcotráfico”, explica.





Sistema corrupto

La consejera de pacientes del Centro de Rehabilitación Santa Fe, Ruby Montoya, sabe lo que es la corrupción del sistema. Hace 17 años su hijo fue asesinado en La Española por un agente de la Policía Estatal. Previamente el muchacho había sido arrestado por el oficial. Fue golpeado por oponer resistencia. Los golpes le costaron un riñón. Salió del hospital y preparaba la demanda en contra cuando fue asesinado. Se deshicieron del cuerpo arrojándolo en un basurero local. Montoya se enteró de ello días después del homicidio. Buscó una orden judicial para que rescataran el cadáver. “Me dijeron que no”. Jamás recuperó el cuerpo. “Hoy el agente que mató a mi hijo es juez, y cada vez que le cae un adicto lo mete a la cárcel, no lo manda conmigo para su rehabilitación. Ésa es su venganza”. No ahonda más. No quiere ventilar detalles con la prensa, se justifica la mujer.



Yolanda Basoco Briscoe es directora ejecutiva del centro de rehabilitación en el que trabaja Montoya. Ella despacha en la sede ubicada en Santa Fe, unas 30 millas al sur. “Conseguir la droga en la región es bastante fácil”, afirma. “Y todo este problema comienza con un tráfico de medicamento por receta. Los adolescentes y jóvenes obtienen estas recetas acudiendo al médico. Obtienen Valium. Cuando ese médico no les extiende una receta, ellos fingen algún malestar y llegan a la sala de urgencias del hospital y consiguen más medicamento. Luego venden las pastillas y van y surten la receta nuevamente. Lo que sigue de ahí es la heroína, que es más fácil de hallar y más barata”. Basoco tiene registro de niños que fuman mariguana desde los ocho años.



En la estancia de La Española Ruby Montoya dice que los estudiantes de primaria hallaron otra forma de intoxicarse. “La moda entre los niños es inhalar el gel para las manos, que contiene alcohol... La policía aquí es muy corrupta. Todo el sistema es muy corrupto. Dicen que los traficantes son mexicanos, pero eso no es verdad. Aquí hay narcotraficantes grandes, a los que todos conocemos de toda la vida. Yo he ido a comprar droga para saber cómo trabajan los traficantes y le puedo decir que ellos hacen sus conexiones de droga a dos millas de aquí, sobre la carretera 285. Eso lo sabemos todos. La policía también. Pero no se hace nada. Por eso las cosas están así”.



Es la misma línea de percepción que se tiene en la principal ciudad del estado.



Los 11 feminicidios

Cuando Charlie Fresques avanzó hacia la mesa de concreto a mitad del parque Robinson, el olor a copal aún inundaba el ambiente. Medio centenar de personas se habían concentrado desde la tarde para rendir homenaje con un ritual maya a mujeres asesinadas y desaparecidas. La mujer que hizo de sacerdotisa habló en inglés. Los concurrentes tenían apellidos españoles, pero casi ninguno era capaz de hilvanar más de dos frases en el idioma. La hija de Fresques, Nina Harrin, tenía 21 años cuando desapareció hace cuatro años y cinco meses. Dijo a sus padres que realizaría una llamada telefónica de la caseta de las calles Central y Wyoming y los dejó por un momento a cargo de su hijo de cinco. Ya no regresó. Fresques piensa que está muerta. Esa es la suerte que tuvieron otras 11 mujeres que desaparecieron por las mismas fechas y cuyos restos fueron desenterrados en febrero de un predio al suroeste de la ciudad. “Esto es posible que lo hayan hecho los traficantes de droga. Pero para decir la verdad, se me hace que las policías aquí son corruptas y por eso no se investiga”, dice.



Ella llegó al parque Robinson antes del anochecer y tomó su veladora para el rito maya. La mantuvo en sus manos sin encenderla hasta que oscureció. Durante dos décadas ha tomado parte en manifestaciones de todo tipo, con tal de que la policía resuelva el paradero de su hermana Beatriz, a quien vio por última ocasión en 1989. “La historia de mi hermana es muy similar al de estas muchachas. Ella usaba drogas y se prostituía aquí en la calle Central. Luego comenzó a bailar en un lugarcito… Al principio yo leía cosas que pasaban en México y decía: esto es igual. Después decía, no. Pero en realidad es igual. Hay narcotráfico y corrupción”.



El asesinato de las 11 mujeres no ha revelado nada acerca de redes de narcotraficantes y criminales que operan en la ciudad, a pesar de que la policía sacó a relucir el pasado de adicciones y prostitución de cada una de las víctimas. Los reportes por su desaparición refieren que se les vio por última ocasión en el mismo sector de la ciudad conocido como The War Zone. Difícil hallarle otro calificativo a un espacio poblado por hispanos, negros y asiáticos marginados, en donde abundan la heroína y las metanfetaminas y se concentran casi todos los crímenes de Albuquerque. Es la zona identificada por cualquiera como el infierno urbano. El agujero negro de los últimos 20 años.



“La policía no ha hecho absolutamente nada en todo este tiempo. Nada. Es muy familiar a lo que están haciendo ahora con estas mujeres: Nada”, dice Guadalupe López.





El predio donde fueron descubiertos los restos de las 11 mujeres se prepara para convertirse en parque. Al sur de West Mesa, como se conoce al cementerio, el enorme desierto se extiende como si fuera infinito. La tira de la Interestatal 25 acaba diluyéndose entre montañas que parecen juntarse en un mismo ángulo. Es la única vía que conecta con la frontera sur. El sitio en el que, dice el doctor en sociología de la Universidad de Texas en El Paso, Tony Payán, comienza a señalarse la enorme corrupción de las agencias federales. “Los cargamentos cruzan aleatoriamente por los puertos de entrada, en donde cada vez hay más tecnología y cada vez, debido a ello, existen más aduanales corruptos que la dejan pasar. Pero Estados Unidos nunca ha tenido la capacidad retórica de aceptar que su corrupción pueda ser sistémica. (…) Los cañonazos de dinero son igual en México que en Estados Unidos”.

http://www.eluniversal.com.mx/primera/33816.html

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6Narcotráfico Empty Esto se va a poner peor antes que mejor Dom Nov 01, 2009 5:44 am

Albert Reyes

Albert Reyes
Admin

Esto se va a poner peor antes que mejor

50% en EU no cree en la guerra contra el narco, pero el gobierno sigue porque otra mitad está a favor: experto

“Las estadísticas dicen que 46% de los norteamericanos ha probado la mota. Casi la mitad”. Es el diagnóstico del fracaso referido por Howard Campbell, profesor investigador de la Universidad de Texas en El Paso. El testimonio del territorio que ha perdido ese país en su lucha contra las drogas.

“Existe en Estados Unidos una gran masa de gente que no cree en esta guerra. Pero el gobierno sigue porque la otra mitad está totalmente a favor. Es un futbol político. Sin embargo, el discurso político está muy alejado de la realidad que vivimos aquí en la frontera”, agrega.

La evidencia del fracaso existe en casi cualquier ciudad fronteriza, el primero de los escalones que sigue la droga en su travesía hacia el norte de Estados Unidos.

En Laredo, el alcalde Raúl Salinas dice que el aumento en el consumo ha sido imbatible durante la década y ha tocado hasta a estudiantes de primaria.

“El aumento no solamente sucede en escuelas superiores, existe en High School y también en Junior High y en las escuelas primarias. Eso me molesta mucho, porque ahora los que se están convirtiendo en adictos son más jóvenes”, expresa el funcionario.

Rusty Fleming, documentalista y experto en seguridad fronteriza radicado en Dallas, Texas, considera que el consumo de drogas es el motor que impulsa la guerra, “mientras no se haga un esfuerzo por reducir el uso de los narcóticos en Estados Unidos, esta batalla seguirá sin tener sentido”, acota.

Externa su decepción y señala: “El problema no es mejor ahora que hace 20 años, de hecho, es peor. Los consumidores de drogas son más jóvenes y más violentos. La metanfetamina, mariguana, cocaína y heroína son más baratas, más fáciles de conseguir y más potentes que nunca en la historia de nuestra nación”.

En ese mismo sentido, en Eagle Pass, Texas, el jefe de policía, Antonio Castañeda, hace referencia el dominio criminal que ejercen las grandes pandillas, los grandes monopolizadores del tráfico de drogas y armamento que existen en Estados Unidos.

“Ahora esos chavos ya están extendiendo sus brazos a los pueblos chicos”, dice. “Hace poco acaban de arrestar a dos muchachos en un cateo que hizo el gobierno federal en contra de cómo 16 miembros de la Mexican Mafia que estaban involucrados en demasiados asesinatos en pueblitos chiquitos de los alrededores, como Ugalde, Hondo y Carrizo”.

La eficacia del narcotráfico devasta a comunidades enteras, como La Española, el valle que se extiende al norte de Santa Fe, cerca de los límites territoriales con Colorado.

La violencia doméstica, el robo y la pobreza alcanzan niveles extraordinarios, debido a la adicción de buena parte de sus residentes, dice Chris Valdez, sargento de la Policía Estatal. Es el saldo de la guerra perdida, sintetiza.

“La droga que hay, usted sabe, la heroína y la cocaína, está viniendo por México. Pero no sé. Es como decir que todos los problemas de drogas que hay en Colorado vienen de La Española. Es lo mismo: vienen de México, pero nomás pasando”, agrega.

La lucha antidrogas no se pierde sólo por cuestiones de errores de estrategia, sino porque también existe corrupción, sostiene el sargento. “Si no le ponemos atención a lo que está pasando ahora, se me hace que se va a poner peor antes de que se ponga mejor”, advierte.

Fleming sintetiza que el tráfico de narcóticos sólo está limitado por la imaginación de los contrabandistas. Ya sea en pequeñas bolsitas, en automóviles, en contenedores, las drogas siguen en manos de los consumidores norteamericanos, a pesar de que hace 40 años el presidente Richard Nixon declarara el inicio de la “guerra contra el uso de drogas” en Estados Unidos, a las que denominó el “enemigo público número uno” de la nación.

En su discurso de entonces Nixon advirtió a los estadounidenses: “Si no podemos destruir la amenaza que representan las drogas para América, entonces ellas nos van a destruir a nosotros”. El riesgo, dice Fleming, es que en estas cuatro décadas no hemos dejado de ser el país más consumidor de drogas en el mundo”.

http://www.eluniversal.com.mx/nacion/172245.html

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